“Epic: El Mundo Secreto”: Pequeñas cosas bien hechas

Crítica originalmente publicada en Hello Friki. VER
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En una época donde el mundo de la animación tridimensional está mayormente acaparado por Pixar, son pocas las cintas de este estilo que logran triunfar fuera de dicha compañía. Película a película, la empresa fundada por Steve Jobs y John Lasseter, ha sabido crearse una imagen de excelencia de cara al público que ninguna otra empresa ha logrado conseguir. Además, cuenta con el apoyo de Disney y su poderosa maquinaria publicitaria: un instrumento perfeccionado durante décadas que ha resultado fundamental para alcanzar el lugar que ahora ocupa. Las maravillas tanto visuales como argumentativas que Pixar ha ido lanzando durante casi dos décadas, han provocado que los trabajos de otros estudios hayan quedado, la mayoría de veces, relegadas a un segundo plano y abocadas –algunas injustamente- a un rápido olvido.

Solo Dreamworks fue capaz de hacer sombra allá en sus inicios a la poderosa Pixar con películas nada desdeñables como “Antz” (Eric Darnell, 1998), “Chicken Run” (Peter Lord, 2000) o la primera parte de “Shrek” (Andrew Adamson, 2001). Sin embargo, a partir de este momento, las historias que empezó a vender la compañía fundada por Steven Spielberg comenzaron a tener cada vez menos interés, tratándose de obras, secuelas y spin offs repetitivos y vulgares frente a la deslumbrante originalidad de las obras de su competidora. Salvando la excepción que confirma la regla de “Cómo entrenar a tu Dragón” (Dean DeBlois, 2010) el resto de trabajos han ido quedándose en el camino, sin que la gran mayoría de ellos merezcan el esfuerzo ni de ser recordados.

Más allá de Pixar y de Dreamworks, solo quedan sagas sueltas conocidas por su nombre. Poca gente podrá responder cuál es la compañía creadora de las películas de “Gru” o de la tetralogía de “Ice Age”. Son cintas que, por casualidad, triunfan donde otras más o menos similares no lo hacen. Tanto como lo han logrado, podrían no haberlo hecho. Y en el fondo todo es cuestión de posicionamiento. Mientras una película con el sello Pixar es sinónimo de calidad y – aun antes incluso de su estreno- de éxito inmediato; una cinta lanzada por Blue Sky – como es el caso que nos toca tratar- no significa nada. Primero, porque no son capaces (o no quieren) crear una serie de obras con un nivel por encima de la media que permitan a la marca ser conocida, algo que, insisto, solo ha logrado Pixar. Segundo, por la brutal competencia y la cada vez mayor saturación del mercado animado, ante el cual, la gente prefiere apostar siempre por la obra de la empresa de mayor reputación.

Es bastante probable que “Epic: El Mundo Secreto” (Chris Wedge, 2013), esté condenada a seguir el camino de otras tantas. Desde su estreno el pasado mayo, ha conseguido amortizar holgadamente la inversión realizada, pero más allá de eso, no deja de ser otra película más dirigida al público infantil, sin ningún incentivo que la permita permanecer en el recuerdo del espectador. Solo es cuestión de meses que salga a la luz un nuevo trabajo de similares características y entonces, “Epic”, quedará abocada al olvido.

De primeras, la premisa con la que se presenta deja de por sí bastante que desear. “Epic” es una película basada en el libro infantil “The Leaf Men and the Brave Good Bugs” (William Joyce, 1996) que trata sobre la interminable lucha entre las fuerzas del bien y del mal. La Reina de los Hombres Hoja y protectora del bosque debe elegir a su sucesora. Sin embargo, la soberana resultará muerta tras un ataque de los Boggans, unos seres que desean la destrucción de la naturaleza para extender sus territorios pantanosos. Para salvar la vida del bosque, la joven Mary Catherine, será enviada al mundo de los Hombres Hoja para salvaguardar la semilla que permitirá el nacimiento de una nueva reina.

Sencilla y conocida es la trama que “Epic” desarrolla. Una historia que durante décadas se ha tratado en multitud de películas dirigidas a los más jóvenes de la familia. Esta es su principal pega y su sentencia a un seguro ostracismo. Pero por lo demás, más allá de su más que seguro y próximo futuro, nos encontramos ante un trabajo que – siendo lo que es- tiene un nivel de calidad notable. “Epic” es una película que se desarrolla con soltura; con escenas coherentes perfectamente hilvanadas entre sí; y con una trama que –siguiendo los cánones- va ‘in crescendo’ hasta alcanzar el clímax final. Son estos, aspectos, que pocas películas infantiles logran reunir eficazmente – basta con ver la reciente “Aviones” (Klay Hall, 2013) para observar la desgana y el pasotismo con la que, muchas veces, se hacen estas cintas por el mero hecho de estar dirigidas a este sector del público- y es de muy de agradecer, sobre todo por aquellos padres que deben llevar sus hijos al cine, encontrarse con una obra que no sea una mera sucesión de escenas sin sentido.

A parte de una narración excelente, hay otros dos aspectos que son muy de agradecer y que no suelen abundar en este tipo de películas de segunda categoría. Uno es el detallismo de los escenarios, cargados de luces y sombras y de aspecto bastante realista. Si bien están lejos de los perfeccionistas espacios de Pixar, es de reconocer el inusual esmero con el que se ha tratado este aspecto para lograr un resultado sugerente para el espectador.

Algo parecido ocurre con los personajes. Lejos de los descuidados, inexpresivos y aberrantes seres de otras películas, “Epic” apuesta por individuos humanos/humanizados estándar en los que se evita excesos y deformaciones expresivas que no siempre resultan efectivas (el límite entre la comicidad y el ridículo es muy fino). Son personajes sencillos, visualmente agradables y que cuentan con una serie de rasgos básicos para, desde el principio, reconocer las formas de ser y actuar – naturalmente estereotipadas- de cada uno. Todos están desarrollados de forma simple pero efectiva para el caso; y – salvo el insulso dúo cómico típico de estos trabajos (ese fino límite…)- no generan animadversión en el público, si bien, tampoco enamoran.

Todo ello genera un equilibrado producto de entretenimiento apto para todos los públicos. Obra argumentalmente simple pero tratada con cuidado y esmero que da como resultado una película de notable. Actualmente, una de las mejores opciones para llevar a los niños al cine sin que el rato, se convierta en un suplicio para los padres, que agradecerán encontrase con una buena historia libre de burdos diálogos y chistes ridículos. Un ejemplo a seguir.

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