"La Vida de Adèle". El dulce y el amargo

Crítica originalmente publicada en Hello Friki. VER
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Es evidente que fijándote en otros países allende los Pirineos, el mundo del cómic no recibe en España la atención que se merece. Está todavía muy extendida la idea preconcebida – tal como ocurre con el cine de animación- de que este es un género exclusivo para el entretenimiento infantil y adolescente cuando, en realidad, la mayor parte de esta industria – poseedora de una potencia creativa similar a la que puede tener la literatura o el séptimo arte- está dirigida al público adulto. Nada extraño cuando nos encontramos en una sociedad donde la cultura es vilipendiada y maltratada y en donde en vez de fomentar se prefiere recortar. Terrible mal endémico (e histórico) el que sufre nuestro país, en donde es el mayor o menor interés de cada uno (junto a esa maravillosa biblioteca llamada Internet) lo que va a permitir acceder más allá de esa incompleta y sesgada superficie que tan malamente se nos ofrece.

No tengo ningún problema en reconocer que soy un completo ignorante sobre el mundo del cómic. Al contrario de lo que me ocurre con el séptimo arte del que considero tener un conocimiento medianamente amplio (si bien todavía me queda muchísimo por ver y conocer), al respecto del cómic soy actualmente incapaz de citar a dos o tres autores (u obras) de renombre. Supongo que como a otros muchos, mis escasos conocimientos al respecto proceden de las diferentes adaptaciones cinematográficas que se han ido haciendo estos últimos años (adaptaciones que, a su vez, han servido para que estos comics extranjeros pudieran ser lanzados (o conocidos) en nuestro país).

Uno de los últimos casos ha sido el referido a la película que nos compete: “La Vida de Adele” (Abdellatif Kechiche, 2013), una libre adaptación de la triste y entrañable novela gráfica “Le bleu est une couleur chaude” (Julie Maroh, 2010) que narra la vida amorosa de Adèle/Clémentine (Adèle Exarchopoulos): una joven quinceañera que empezará a cuestionarse su orientación sexual tras conocer a una misteriosa mujer de pelo azul llamada Emma (Léa Seydoux). Desde su estreno en el Festival de Cannes 2013, la cinta se ha ganado el favor de la crítica especializada, alzándose a su vez con la prestigiosa Palma de Oro (donde se reconoció tanto la labor de Kechiche como de las dos protagonistas) y con el premio FIPRESCI (Federación Internacional de la Prensa Cinematográfica).

La grandísima virtud de “La vida de Adèle” no solo viene por la forma realista y banal con la que se trata el tema de la homosexualidad (tal como hace Maroh en su obra), sino también por la cantidad de emociones que es capaz de transmitir al público. De forma inconsciente, el espectador va poco a poco identificándose con Adèle, comprendiendo sus sentimientos en determinadas situaciones y entendiendo sus formas de actuar. La elección sexual de la joven no es fácil y son muchos los problemas (tanto internos como generados por la gente que la rodea) con lo que tiene que lidiar a lo largo de su adolescencia y juventud.

Son dos grandes partes en las que se puede dividir “La vida de Adele”. La primera es aquella en la que Adèle descubre su orientación sexual y comienza su relación con Emma. Es quizás la parte más constante e interesante de la película, donde podemos ver a una muchacha confusa con sus sentimientos pero a la vez decidida a aceptarse como es. Es en esta primera mitad donde se concentran varias de las escenas más potentes como la verbalmente violenta disputa de Adèle con sus amigas de instituto (a las que niega su sexualidad), o el incómodo momento en la que la protagonista lleva a Emma a casa de sus padres, los cuales, tienen una visión tradicional y sencilla de la vida en contraste a los liberales y desenfadados padres de su novia. Son todas estas, etapas en las que Adèle va descubriéndose a sí misma a la vez que madura como persona. La joven se enamora de Emma no solo por su palpitar sexual, sino también por el carácter adulto de esta frente a las niñerías adolescentes de sus amigas de instituto.

Es en esta primera fase donde se concentran la totalidad de las escenas sexuales representadas de forma abierta y directa. A pesar de que su duración es ínfima en contraste con las más de tres horas de metraje, han sido multitud las voces que se han alzado tanto a favor como en contra, alegando unos su carácter pornográfico y falta de realismo, mientras los otros ensalzaban su “belleza” y “autenticidad”. Pero dejando estas reacciones tan comunes a parte, la respuesta que más ha podido sorprender al respecto ha sido la de la propia autora de la novela gráfica, que ha llegado a asegurar que algunas partes le parecieron – cito palabras- “un escaparte brutal, exuberante y frío del supuesto sexo entre mujeres, que se convirtió en porno”. Declaraciones curiosas por venir de quien vienen, aunque para nada sorprendentes, pues las escenas (muy poco comunes en el cine por su explicitud) no dejan indiferente a nadie para bien o para mal.

Y en esto que los años pasan. En la segunda parte de la cinta, el amor y la pasión desenfrenada darán paso a una etapa de pura rutina en donde la joven protagonista se sentirá desplazada por una Emma más interesada en sus aspiraciones profesionales. Creyéndose sola, Adèle cometerá una serie de errores fatales que dinamitarán su relación. La disputa entre la pareja llega en un momento en el que la película parece sufrir un grave bajón; bajón que, sin embargo, no es tal, sino la forma con la que Kechiche nos hace llegar el sentir de Adèle, tal como antes había transmitido su amor o hará posteriormente con el dolor. El espectador será partícipe del desasosiego de una Adèle que buscará por todos los medios recuperar lo que una vez sintió perder.

La vida de Adèle” es el dulce y el amargo. Es fascinante la forma con la que película consigue calar en el espectador. Sin duda alguna, la dureza e intransigencia a la que Kechiche sometió a sus dos actrices (las mismas que han llegado a declarar posteriormente que el rodaje con el director tunecino “fue horrible” y que no volverán a trabajar con él) fue determinante para alcanzar un resultado final brillante e inolvidable. De las mejores películas del año. Chapeau!

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