“El viento se levanta”: Gracias y hasta siempre

Se nos va un genio. Que baje el telón y que la gente aplauda. Hayao Miyazaki, uno de los más extraordinarios animadores nacidos en la Tierra del Sol Naciente, ha decidido poner punto final a su carrera como director. Lleva amenazando con ello desde el lanzamiento de “La Princesa Mononoke” (1997), pero parece que esta vez no hay marcha atrás. Dice que tiene setenta y tres años, que la vista le falla y que no puede más: que está agotado. Se va el maestro y le añoraremos, pero tras de sí deja un hermoso legado de once películas, otros tantos mangas, el nada desdeñable hito de haber conseguido un premio Oscar – “El Viaje de Chihiro” (2001)- y un estudio de nombre Ghibli que es referencia mundial del cine animado. Miyazaki nos dice adiós tras más de cuatro décadas de absoluta dedicación y lo hace dejándonos un último trabajo de despedida.

Le vent se lève!... Il faut tenter de vivre!". Paul Valéry, poeta y filósofo francés inspira el título de la undécima y última película del director japonés: “El viento se levanta” (2013), que supone un destacado giro respecto a toda su obra pasada. Miyazaki retorna una vez más al que ha sido uno de sus temas fetiche durante toda su filmografía: la aviación, pero lo hace alejándose del estilo aventurero y fantasioso que había caracterizado su cine hasta el momento. Al contrario, en esta ocasión nos presenta un drama histórico construido a partir de la biografía de Jiro Horikoshi, uno de los ingenieros aeronáuticos más importantes del Japón anterior a la Segunda Guerra Mundial.

El viento se levanta” es un canto a la vida, al amor y a los sueños del hombre. Miyazaki coquetea con la nostalgia y con el tiempo que vuela, pero huye de sensiblerías apostando por una actitud abiertamente romántica y optimista. Todo parte de un Horikoshi niño que anhela surcar los cielos pero que se encuentra con el gran impedimento de ser miope. Sin embargo, una revelación de corte onírica le hará comprender que su destino no está en pilotar aviones, sino en construirlos. Así comenzará una larga carrera profesional que le llevará a convertirse en uno de los principales responsables de la modernización de la fuerza aérea japonesa y a diseñar el ‘Zero’, uno de los aviones de caza más utilizados durante la Guerra del Pacífico.

Pero Horikoshi es un idealista. Él no diseña aviones para que estos sean utilizados en la guerra. Él persigue cumplir uno de los más anhelados sueños del hombre: volar, y en ello vuelca toda su vida a pesar de las visiones de destrucción y muerte que constantemente tiene. Él solo quiere construir el mejor de los aviones por la pasión que siente hacia su profesión. Algo semejante ocurre en su relación con su amada pero enferma Nahoko. La pareja decide permanecer junta a pesar de las graves consecuencias que ello puede acarrear a la salud de la joven. Viven por el amor, por los sentimientos y por los sueños, sin atender a los razonamientos de quienes les rodean.

Hablamos de la pasión y ese es posiblemente el término que mejor defina “El viento se levanta”. Miyazaki se ha dado el lujo de dedicar una película entera a su querida aviación y, en ella, despliega gran parte de sus conocimientos sobre la misma. Hay que apreciar el esmero y el realismo con el que los aviones han sido recreados, así como sus entrañas, sus metálicos esqueletos, los pequeños detalles, los diseños, la forma de funcionar de cada uno... Miyazaki, como su extensión en la pantalla Horikoshi, es un perfeccionista, un hombre virtuoso y genial que durante toda su carrera ha perseguido un sueño que, una vez alcanzada la meta, se siente magistral.

Son dos las horas que se emplean en exponer una historia que no muestra ninguna prisa en su desarrollo. El director japonés se muestra concienzudo a la hora de narrar la vida y el crecimiento personal de Horikoshi, recreándose en todos aquellos aspectos de su biografía que estima necesarios introducir en la trama. Esto provoca que “El viento se levanta” sea una película desigual en su ritmo, alternándose partes de fuerte viveza e interés con otros momentos más lentos y tediosos. De forma general, la primera hora de la cinta, centrada en la formación del ingeniero, es la que tiende a desarrollarse con más soltura. En cambio, la segunda parte, donde todo el tema de la aviación queda en un segundo plano a favor del hermoso romance, es mucho mas pausado.

De todas maneras el conjunto que forma “El viento se levanta” es de notable alto. Miyazaki hace uso de toda la experiencia acumulada generando una de las obras – a mi parecer- más destacadas de su filmografía. Quizás no la mejor, pero sí la más madura de todas. Es el broche de oro a un capítulo genial de la historia de la animación. Echaremos de menos al genio japonés, pero su legado siempre quedará ahí. “El viento se levanta, debemos tratar de sobrevivir”. Gracias

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