Especial Hayao Miyazaki #6: La Princesa Mononoke


Con “La Princesa Mononoke” (1997) entramos por fin de lleno en la etapa más productiva, compleja y sobresaliente de la animación de Hayao Miyazaki. Esta película, junto a “El Viaje de Chihiro” (2001) y “El Castillo Ambulante” (2004), supondrá el culmen artístico y creativo del director y animador japonés. Atrás quedan las historias amables y optimistas que se habían estrenado hasta la fecha. A partir de ahora nos vamos a encontrar ante mundos extraños y hostiles, donde fantasía y realidad se entremezclan y donde los protagonistas deberán luchar por sobrevivir.

La Princesa Mononoke” nos sitúa en un mundo feudal con una fuerte carga mitológica. Los dioses habitan los bosques y los protegen ante la avaricia de los hombres, llegando en casos extremos a ser poseídos por demonios. Los hombres, avaros, habitan en pequeñas aldeas y fortalezas, luchando entre sí y haciendo un uso indiscriminado de la naturaleza. Así, en este ambiente, conocemos a Ashitaka, un joven príncipe de una aldea remota que debe luchar contra un demonio que amenaza a su pueblo. Maldito por este, no le queda mayor remedio que huir y buscar al Espíritu del Bosque para conseguir sanar.


Nausicaä bien hecha

Es inevitable acordarse de la película de “Nausicaä del Valle del Viento” (1984) conforme va avanzando la trama de “La Princesa Mononoke”. Los símiles y parecidos entre ambas producciones son ciertamente numerosos e importantes. Se dice que Miyazaki nunca quedó satisfecho con el benévolo final de “Nausicaä”: en la lucha entre las fuerzas de la naturaleza y los humanos. En el manga de esta película, Miyazaki construye un final mucho más pesimista y “La Princesa Mononoke” sigue precisamente esta senda.

Al igual que en la segunda película de Hayao, en “La Princesa Mononoke” somos partícipes de la lucha entre el hombre - ansioso de recursos y poder- y una naturaleza que debe defenderse ante los ataques de este. De esa labor se encargan las manadas de animales que viven en los bosques. Los Ohmu, son ahora sustituidos por enormes manadas de jabalíes que al igual que estos, atacan las fortificaciones humanas formando grandes y furiosos grupos. Junto a estos, encontramos a otros animales más cautelosos aunque iguales de recelosos de las personas.

Los personajes principales tienen también un aire a los que ya fueron protagonistas en “Nausicaä”. Ashitaka, como protagonista principal, ejerce la labor que Nausicaä realizaba en la primera obra de Miyazaki como reconciliadora y voz de ambas partes. Lady Eboshi es el alter ego de Kushana, mujeres poderosas y ambiciosas, cabezas visibles del bando humano. Jiko, jefe de los cazadores, recuerda en carácter a Kurotawa, el adulador lugarteniente de Kushana. Ambos, son hombres a la sombra del poderoso, hambrientos de poder pero lo suficientemente inteligentes como para permanecer en la sombra esperando su momento. Finalmente, el Espíritu del Bosque le da un cierto aire al Dios de la Guerra como guardián de ilimitado poder y gran capacidad destructiva. Con todo ello, quedan definidos básicamente los símiles más característicos entre ambas películas, si bien, la diferencia entre ellas es cuanto menos abismal en todos los aspectos.


Una Obra Madura

La Princesa Mononoke” es realmente la primera obra redonda creada por Miyazaki. Con la fuerte influencia de “Nausicaä”, se consigue crear una sobresaliente trama de aventuras y fantasía, que es puro entretenimiento. Es una obra constante y - por fin- sin altibajos en el atractivo de unas u otras partes. La historia, deja de lado el carácter más infantil y humorístico que hasta ahora habían acompañado a las obras del director japonés. A cambio, se logra una obra mucho más adulta, violenta y pesimista, aunque sin cerrar nunca la puerta a la supervivencia, la redención y la aceptación de un nuevo futuro.

De la misma manera, los personajes muestran una nueva forma de ser, más compleja y atractiva en el carácter y en el desarrollo. Los protagonistas, aunque jóvenes, actúan como verdaderos adultos responsables y sobre los que recae un enorme peso. Aceptan su destino y la muerte, lucharán por sus ideales aun a costa de sus vidas. El ejemplo más radical es el de San, la princesa Mononoke (espíritu vengador), que ha sido criada entre lobos y odia a los humanos por sus violentos ataques al bosque y sus seres. Lady Eboshi, a su vez, es una astuta mujer que sueña con coronarse como emperatriz de reino y, para lograrlo, necesitará de todos los recursos que el bosque posee. Aunque dura, este personaje muestra igualmente una gran humanidad, pues defiende y sufre por todos y cada uno de los habitantes de su pequeña fortaleza, a la vez que ayuda a los más necesitados y otorga un importante papel a las féminas de su pueblo. Sin duda, tanto San como Eboshi, son los personajes mejor trazados de la película, sin desmerecer desde luego al protagonista principal masculino.


El Arte como Triunfo

Visualmente “La Princesa Mononoke” es un festival para la vista. Quizás, “Mi Vecino Totoro” (1988) sea la película que más se acerca al calibre artístico de la película en cuestión. Seguramente este sea uno de los tipos de animación más bellos que se pueden lograr, si bien, su consecución llega consigo un enorme trabajo laborioso. La intención de esta animación, es recrear espacios lo más cercanos posibles a la realidad y enriquecerlos para conseguir escenarios de extrema belleza. A todo ello contribuye el inicio del uso de diferentes capas para separar unas zonas de otras dentro de un mismo escenario y la realización de varios planos donde se hace uso de la animación por ordenador, consiguiendo movimientos de imágenes muy vistosos. Todas estas características, son principalmente recogidas en los diseños de los grandes bosques y fondos naturales continuamente presentes en pantalla: el extremado detallismo de todo, sombras, luces, degradados, nieblas, claroscuros, transparencias (Espíritu del Bosque) o los efectos realistas de las nubes y los humos. A sumar, como ya se logró en “Totoro”, el excelente contraste entre personajes y tan esmerados escenarios. Todo es uno y uno es todo.

Asimismo, a este espectáculo visual, hay que añadir la aparición definitiva de uno de los rasgos más característico del cine de Miyazaki: la magia. La fantasía. La imaginación como creadora de mundos imposibles, seres oníricos y estructuras maravillosas. Si bien esta fantástica faceta se hará más presente a partir de la siguiente película, en “La Princesa Mononoke” ya podemos observar varios de estos extraños seres o monstruos recurrentes de Miyazaki, como el demonio agusanado que ataca a Ashitaka o el Espíritu de Bosque como caminante nocturno.


Fama Mundial

Este sexto largometraje de Miyazaki en Ghibli, estrenado en 1997, será el principal responsable de abrir las puertas al reconocimiento mundial del animador, que bien seguirá asentándose con futuros trabajos. Después de la prohibición de exportar ninguna película tras el maltrato que recibió “Nausicaä”, Ghibli aceptó finalmente la salida de “La Princesa Mononoke” al extranjero con la condición de que no fuera modificada en lo más mínimo. El éxito, tanto en el país de origen como fuera, fue realmente abrumador y con ello, se allanó el camino hacia los grandes éxitos y reconocimientos que la animación japonesa y Ghibli lograrían con “El Viaje de Chihiro” y “El Castillo Ambulante”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario