La tercera crítica del especial de largometrajes de Hayao Miyazaki, corresponde a la bella y siempre optimista “Mi Vecino Totoro”. Estrenada en 1988, exactamente el mismo día que “La Tumba de las Luciérnagas” (trabajo del mismo estudio), alcanzó grandes cuotas de éxito en su país natal y no tardó en convertirse en una de las películas más queridas y representativas de Ghibli. Tal fue el impacto, que el enorme Totoro protagonista, ha pasado a formar parte del conocido logotipo azul del estudio japonés. Y desde luego, la cosa no es para menos.
“Mi Vecino Totoro” narra la historia de una familia que se va a vivir a una casa en el campo. Desde un primer momento, tanto Satsuki y Mei, dos niñas de corta edad, comienzan a ser partícipes de extraños sucesos producidos por los espíritus del lugar, que protegen y cuidan de los campos y de las personas. Por un aparente descuido, ambas llegarán a conocer al enorme Totoro, soberano y protector del bosque que las ayudará en los momentos de mayor necesidad.
Con “Totoro” Ghibli y Miyazaki consiguen dar un salto de calidad. Atrás han quedado las irregulares “Nausicaä” (1984) y “El Castillo del Cielo” (1986) para dar paso a un trabajo ya profesional y consolidado, tanto a nivel de historia como a nivel artístico. Desde el primer segundo es chocante el cambio radical en el colorido de escenarios. Atrás han quedado los colores planos y los pasteles. Con “Totoro” entran en juego una de las características básicas de Ghibli: las acuarelas y óleos para conformar los fondos de las escenas. Se gana con ello en profundidad y vistosidad general, fuertemente apoyado por la mezcla de colores, sombras y degradados. Los campos de las llanuras y los bosques han ganado en luminosidad y contrastes consiguiendo escenas de extrema belleza. Los personajes, igualmente, están integrados mucho mejor en los escenarios creados. Desaparece la falta de contraste que existía entre ambos elementos en anteriores trabajos. En general queda un excelente trabajo, y, si bien no existe aun el carácter meticulosamente perfeccionista de posteriores películas, en “Totoro”, sin duda alguna, se sientan las bases para ello.
Totoro como Experimento
“Mi Vecino Totoro” es un cuento que rebosa felicidad y optimismo por todos los poros. Es una película alegre, mágica y vivaz, sin que por ello se haga empalagosa. Se aleja de la idea de sus antecesoras de conformar una historia compleja y aventurera para simplemente ofrecer entretenimiento básico. Trama mínima, máximo disfrute. Seguramente, junto a “Nicky, la aprendiza de Bruja” (1989) y “Ponyo en el Acantilado” (2008), sea la película de carácter más digerible para la infancia, sin que con ello, deje de ser atractiva para cualquier adulto. De hecho, más allá de la historia, “Totoro” puede verse como un experimento con vistas al futuro. Es un producto para demostrar tanto el amplio potencial artístico que puede llegar a desarrollar Ghibli, como su capacidad de crear historias competentes con gran cantidad de elementos y personajes imaginarios. Una vez dados los sólidos pero dubitativos primeros pasos, es hora de hacer obras equilibradas y profesionales.
La Primera de las Grandes
“Mi Vecino Totoro” es una historia de transcurrir calmado. Atrás quedan los precipitados inicios de los dos anteriores largometrajes. Aquí, la cosa se toma su tiempo para empezar y desarrollarse. Como el enorme Totoro del bosque, es una historia perezosa pero regular en su avance. La magia e imaginación de Miyazaki comienza a desarrollarse ya desde los primeros minutos. Más allá del entrañable Totoro, de esta película han quedado para el recuerdo los Duendes del Polvo y el fantástico Autobús-Gato. La portentosa imaginación del maestro japonés, comienza a ganar terreno en las tramas de sus animaciones, si bien, aun habrá que esperar bastante años antes de verla en su apogeo.
A partir de este momento, Miyazaki desarrollará dos obras más de menor enjundia, antes de dar paso a la triada con la que culminará su obra y cuya base artística e imaginativa, la encontramos precisamente en esta película del gran Totoro.
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