“Frozen: El reino de hielo”. Un clásico de los de siempre

Crítica originalmente publicada en Hello Friki. VER
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Cualquiera que esté un poco al día respecto del cine de animación, bien sabrá que el tiempo de Disney como dueña absoluta del género ya pasó. Durante décadas, la compañía del ratón monopolizó este mercado sin que ninguna otra empresa fuera capaz de hacerla sombra. Fue este un factor fundamental para explicar el desmesurado prestigio que alcanzó, al que – por supuesto- hay que sumar una serie de cintas que con su magia, sus personajes y –como no- con sus clásicas y pegadizas canciones, supieron cautivar a los más pequeños de la casa y complacer –qué mínimo- a aquellos adultos que debían acompañarlos al cine. Pero los tiempos cambiaron. La aparición de nuevas compañías y el surgimiento de Internet (algo que dio a la gente la oportunidad de acceder a multitud de obras de otros países) provocó – a finales de los años noventa- que el trono de Disney empezara a ser discutido.

Aunque actualmente vulgarizada, los inicios de Dreamworks en este mundo fueron muy esperanzadores y supusieron un soplo de aire fresco al género de la animación. Es destacable el arreón de sus tres primeras películas: “Antz” (Eric Darnell, 1998) – que a gusto personal es bastante superior a su pariente de Pixar: “Bichos" (John Lasseter, 1998”-, “Chicken Run” (Nick Park, Peter Lord, 2000) y la gamberrísima “Shrek” (Andrew Adamson, 2001); cinta esta última que en su momento fue un bombazo pero que, a su vez, hizo que la compañía fundada por Steven Spielberg enfermara de éxito. Dreamworks golpeó primero, pero sería Pixar la que se llevaría el gato al agua. La empresa producto de John Lasseter y Steve Jobs heredó, modernizó y continuó el espíritu de las cintas de Disney alcanzando unas cotas de calidad extraordinarias. Al contrario, la vieja factoría de Mickey se hundió en un agujero de mediocridad del que solo en los últimos tiempos parece estar saliendo.

El problema que ha tenido la compañía, es que prácticamente desde la genial “Lilo & Stitch” (Dean DeBlois, 2002) – aunque se podrían citar un par de antes- se han encadenado una serie de películas que, si bien seguían un modelo de construcción tradicional, carecían de un alma que las permitiera diferenciarse (sobresalir) por encima de otras cintas del género. En otras palabras: eran obras del montón. La reconciliación con el público comenzó con “Tiana y el sapo” y – sobre todo- con “Enredados”, que si bien poseían un carácter infantil, contaban con una frescura, una chispa, inexistente en sus antecesoras. Sin embargo, sería con “Rompe Ralph” (Rich Moore, 2012) cuando Disney volvió a estar en boca de todos. Su original homenaje al mundo de los videojuegos sirvió para atraer la atención de un perdido público joven, así como la de algún que otro nostálgico de tiempos mejores.

Con “Frozen: el mundo de hielo” (Chris Buck, 2013), se confirma el rumbo ascendente tomado por la factoría de animación (siempre que se obvie ese engendro llamado “Aviones” (Klay may, 2013)). “Frozen” es una película que desprende el aroma característico de las mejores películas Disney y que, desde ya, está llamada a formar parte de sus denominados ‘clásicos’. La trama parte de la libre adaptación de un cuento tradicional: “La Reina de las Nieves” escrita por el danés Hans Christian Andersen en el año 1845. La historia nos traslada a Arendelle, un reino sumido en un invierno eterno debido a que su reina, Elsa, es incapaz de controlar sus poderes árticos. Su temor a dañar a la gente provocará su huida a la montaña. Ante esta situación, su hermana Anna saldrá a buscarla para intentar recuperar el verano perdido.

Frozen” es una película visualmente preciosa que parte de una estética semejante a “Enredados”, generando así unos personajes agradables y vistosos; un aspecto continuista que sirve como atractivo para aquellos que disfrutaron con la adaptación de Rapunzel. Es una historia sencilla y alegre, en donde la comicidad (usada con naturalidad y evitando los chistes tontos) es una parte fundamental. Esta es desplegada generalmente a través de los dos acompañantes de la princesa Anna: Kristoff, un hombre de las montañas de carácter desparpajado; y Olaf, un muñeco de nieve que, a pesar de ejercer del típico secundario bobalicón, no resulta cargante al ser utilizado en su justa medida. Y nada de esto es casual. Se nota que “Frozen” ha sido cuidada con esmero en todos sus detalles y que, a pesar de ser una película marcadamente infantil, resulta notablemente redonda en su conjunto.

Es destacado que tanto la historia como los personajes de “Frozen” están trazados de forma muy simple, pero eficiente. A partir de una serie de rasgos y conceptos estereotipados, se define de manera rápida a los diferentes protagonistas; aspectos que – sin embargo- resultan suficientes para desarrollar de manera correcta la historia. Junto a los ya citados Olaf y Kristoff, tenemos a Anna y Elsa como pareja protagonista sobre las que recae el peso de la trama. Son ambas opuestas tanto por sus personalidades, como por sus formas de entender la vida (una abierta y vivaracha y la otra cerrada y temerosa). El viaje será un camino de aprendizaje y crecimiento para las dos hermanas; un aprendizaje en el que el espectador infante también será parte, a raíz de una serie de moralejas marca de la casa.

Mención aparte merece el aspecto musical, seña e identidad de los clásicos Disney y aspecto descuidado (e incluso desaparecido) durante bastante tiempo. Como ya se hiciera con “Tiana” y “Enredados”, “Frozen” cuenta también con un buen repertorio de pegadizas canciones con un peso bastante importante, sobre todo, a lo largo de la primera mitad de la película. Poseedoras de una alegre musicalidad (aunque hay algunas letras bastante flojitas – seguramente en inglés estén mejor cuajadas-), todas ellas sirven para definir una situación o el sentir de los personajes en varios de los momentos de la película. Quizás los primeros treinta minutos estén un pelín sobrecargados de estas canciones, pero su integración y labor en la película es esencial a la hora de transmitir cierta información que de otra manera resultaría ridícula.

El tiempo y nuevas revisiones dirán si se puede equiparar a “Frozen” con los grandes éxitos del estudio. De momento, la apuesta de Disney para estas navidades merece ocupar un puesto destacado dentro de los lanzamientos animados de este 2013. Una película que bebe de los clásicos sí, pero que a su vez se nota más fresca y acorde a la sociedad actual. Este es el camino correcto y esperemos que nunca más sea abandonado.

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