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Muchos se estarán preguntando si la tercera será la de la vencida para David O. Russell, nominado por tercer trabajo consecutivo al Oscar como ‘mejor director’. Es posible que se encuentre más cerca que nunca de este logro, ya que su última obra “La gran estafa americana” (2013), con diez nominaciones, es una de las grandes favoritas para triunfar el próximo 2 de marzo. Sin embargo, el camino a la gloria (si es que esta llega finalmente) no se antoja fácil, ya que en frente se topará con dos huesos duros de roer: “12 años de esclavitud” (Steve McQueen, 2013) y “Gravity” (Alfonso Cuarón, 2013), cuyo director logró el Globo de Oro de ‘mejor director’ y que puede convertirse en el mayor obstáculo de Russell a la hora de lograr la comentada estatuilla.
Desde luego estamos ante unos premios que se antojan más reñidos que nunca, con un conjunto de películas dispares con grandes virtudes y potentes historias. Mientras McQueen nos fascina con un brutal vistazo a la esclavitud y Cuarón nos agarrota con una historia de supervivencia extrema, Russell nos introduce en un confuso mundo de artimañas y trampas en el que dos timadores buscarán salvar el pellejo urdiendo la mayor estafa de sus vidas. Tres buenas películas que bien merecen el sello de favoritas en unos premios concebidos para la exaltación de sus cachorros. Por lo demás, al carecer de un algo que las inmortalice, el olvido es un valor asegurado de antemano pues, como sabemos, la industria del cine es un constante reciclar y otras aventuras semejantes aparecerán bajo distintos telares. Quizás “Gravity” sea la única que sobreviva por eso de sorprender en el difícil género de la ciencia ficción.
Probablemente muchos no entiendan los elogios que “La gran estafa americana” está recibiendo y, probablemente, a muchos no les gustará. Personalmente veo que es un trabajo que intenta aparentar ser más grande de lo que realmente es. Vayamos por partes. Para empezar es una película a que la cuesta mucho arrancar. Los primeros tres cuartos de hora son un largo flashback que sirve para poner sobre el tablero a los diferentes personajes y la situación en la que se encuentra cada uno. Es una parte imprescindible para entender las formas de actuar y pensar de cada elemento, pero es una explicación que se hace demasiado extensa como para llegar a un punto que se da a conocer nada más empezar la película. Falla aquí porque no es suficientemente solvente en sus formas como para atrapar la atención del espectador, siendo evidente que todo podría haberse presentado de forma más rápida sin que ello supusiera una penalización para los personajes.
Russell intenta enriquecer esta larga introducción con la inclusión de las ‘voces en off’ de sus tres principales protagonistas: Irving, Sydney (ambos estafadores) y Richie (agente del FBI). Sin embargo, lo que debería servir para mostrarnos tres puntos de vista diferentes respecto de un mismo problema (lo que serviría a su vez para caracterizar de forma más concreta a los personajes) no ejerce como tal, limitándose las exposiciones a meras descripciones de los acontecimientos que van sucediéndose en pantalla. Los protagonistas se van a definir por sus acciones sin que las ‘voces en off’ aporten nada a sus identidades. Su uso habría sido comprensible si hubiera quedado reducido de forma exclusiva al personaje de Irving, individuo del que arranca el flashback y con ello la historia. Lo único que provoca la inclusión de los otros dos personajes es confusión, más aún observando que conforme avanza la película, solo la voz de Irving se mantiene en ‘off”.
Así las cosas, no es hasta pasados cincuenta minutos cuando “La gran estafa americana” se pone en funcionamiento y, por ende, interesante. Ahora sí, el espectador va a estar expectante conforme la trama se va haciendo más intrincada y la resolución más imprevisible. La atención se mantiene en vilo ante la evolución y los cambios que los personajes van sufriendo y las repercusiones que estos aspectos tienen en el devenir de la trama. Todo ello va a conducir a un desenlace que, sin embargo, no es todo lo explosivo que se podía esperar. En medio de una controvertida reflexión sobre la ética política, los tres personajes principales son recolocados cada uno en su lugar gracias a un último recurso al que no se hace referencia alguna en ningún momento del metraje. Es un final perfectamente válido, pero deja un cierto regusto amargo el hecho de que sea un elemento sacando de la manga el que resuelva la trama, provocando además que cualquier cábala que se haga durante la película sea en vano.
De todas formas, a pesar de tener una trama tan interesante como endeble, es el trabajo actoral el que permite explicar la situación que “La gran estafa americana” ocupa de cara a la fiesta de los Oscars. Russell cuenta con un grupo de excelentes intérpretes de gran tirón mediático y con los que además –facilitando más si caben las cosas- ha colaborado en anteriores trabajos. Christian Bale (recién retirado Batman) y Amy Adams encabezan el cartel seguidos de unos destacados Bradley Cooper y Jennifer Lawrence (oscarizada con la anterior cinta de Russell “El lado bueno de las cosas” (2012) y con serias posibilidades a conseguir este año un segundo premio). Además, “La gran estafa americana” cuenta un Robert de Niro haciendo de lo que más sabe.
Muy buenas intenciones son las que se ven tras “La gran estafa americana”, cuyo principal lastre se encuentra en la falta de mayor limpieza y sencillez a la hora de contar las cosas. Es evidente que el tema que se trata no es nuevo y que este ha sido mejor llevado en multitud de películas anteriores a la de Russell. Pero a pesar de estos fallos, debo romper una lanza a favor. “La gran estafa americana” me resulta lo suficientemente convincente gracias a un nudo muy bien ejecutado, a un solvente trabajo actoral y – no puedo concluir sin citarlo- a una destacada selección musical maravillosamente utilizada a lo largo de la cinta. Dependerá de las ganas de cada uno por dejarse embaucar lo que determine la mayor o menor valía de esta película.
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