Crítica originalmente publicada en Hello Friki. VER
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Nueve son las candidaturas que “12 años de esclavitud” (Steve McQueen, 2013) ha conseguido reunir de cara a la próxima gala de los Oscars, convirtiéndose así en una de las grandes favoritas y solo superada en número por sus dos principales rivales “Gravity” (Alfonso Cuarón, 2013) y “La gran estafa americana” (David O. Russell, 2013) con diez nominaciones cada una. A expensas de lo que finalmente ocurra, es de prever que la academia se muestre comprensiblemente salomónica a la hora de repartir los premios más importantes, ensalzando tanto la impecable odisea espacial de Cuarón (mejor director) como la terrible tragedia humana de McQueen (mejor película). A su vez, es bastante probable que Russell quede como el gran perdedor de la noche ya que su obra, a pesar de las buenas intenciones, está varios escalones por debajo de sus dos rivales.
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Nueve son las candidaturas que “12 años de esclavitud” (Steve McQueen, 2013) ha conseguido reunir de cara a la próxima gala de los Oscars, convirtiéndose así en una de las grandes favoritas y solo superada en número por sus dos principales rivales “Gravity” (Alfonso Cuarón, 2013) y “La gran estafa americana” (David O. Russell, 2013) con diez nominaciones cada una. A expensas de lo que finalmente ocurra, es de prever que la academia se muestre comprensiblemente salomónica a la hora de repartir los premios más importantes, ensalzando tanto la impecable odisea espacial de Cuarón (mejor director) como la terrible tragedia humana de McQueen (mejor película). A su vez, es bastante probable que Russell quede como el gran perdedor de la noche ya que su obra, a pesar de las buenas intenciones, está varios escalones por debajo de sus dos rivales.
Dolorosa lección histórica es la que “12 años de esclavitud” nos presenta. Estamos ante la adaptación de las memorias del neoyorkino Solomon Northup, un virtuoso violinista negro que será secuestrado y conducido al estado sureño de Nueva Orleans donde será vendido como esclavo. Allí perderá su nombre, su libertad y su humanidad. El color de su piel determinará que sea tratado como un animal por unos hombres hipócritas y violentos que defenderán y -lo que es más aterrador- se creerán poseedores de una superioridad inherente a su blanca tez.
“12 años de esclavitud” entra a degüello dejando claro que nos espera una película agria y nada fácil de digerir. La ilusoria calma patente en una brevísima introducción se corta de forma abrupta provocando un choque inesperado en el espectador. Ese corte tajante; la eliminación de cualquier tipo de explicación lineal es básica para crear una rápida identificación con Solomon y comprender la sorpresa que siente cuando, tras despertar de un embriagador sueño, se descubre encadenado en una sucia y oscura ergástula. Una pesada y asfixiante atmósfera se apoderará desde este momento de la película, quedando claro que no hay manera humanamente posible de escapar de la pesadilla que se avecina.
Sin concesiones. “12 años de esclavitud” no se anda con medias tintas a la hora de expresar el calvario que tanto Solomon como sus compañeros deben sufrir. McQueen sabe que si quiere llegar al público debe ser completamente explícito a la hora de mostrar la brutalidad (física y psíquica) con la que son tratados los esclavos. Se puede observar lo bien manejados que están los tiempos en esta cuestión, existiendo amplios espacios de “calma” entre los diversos momentos de violencia, evitando así la sobresaturación del espectador y, por ende, que este pueda llegar a aislarse de lo que está viendo. “12 años de esclavitud” es una película que aprieta mucho y que puede llegar a ahogar y a hacerse insufrible en determinados momentos de extrema brutalidad.
En todo este calvario la esperanza es lo único que le quedará a Solomon como salvavidas. Deseoso de poder recuperar algún día su amputada libertad, aprenderá a sobrevivir en un mundo salvaje, ocultando sus habilidades y mostrándose sumiso e ignorante ante unos amos hostiles e inhumanos. Esa esperanza es lo único que le permitirá salir con vida del infierno al que ha sido sometido y lo ocultará en lo más hondo de su ser, a sabiendas de que si alguien la descubre las repercusiones serán fatales. Pero la esperanza no es algo que abunde en “12 años de esclavitud”. A excepción de Solomon, el resto de esclavos carecen siquiera de la posibilidad de pensar en un mundo diferente al que pertenecen por nacimiento y al que están condenados hasta el último día de su vida. Uno se salvará, pero miles se quedarán atrás. No hay final feliz.
Evidentemente, esta película no sería posible sin el magnífico y estremecedor trabajo de Chiwetel Ejiofor y el de un amplio número de secundarios, entre los que hay que destacar a Lupita Nyogo’o, que interpreta a una joven esclava que será objeto de deseo del dueño de la plantación, un espeluznante Michael Fassbender. Por otro lado, y más de cara a atraer al público, tenemos a Benedict Cumberbatch (el señor Holmes de la serie “Sherlock”) y a un Brad Pitt que aparecerá como un oasis en mitad de un desierto de miseria.
Película muy equilibrada y solvente en sus formas, que cala en el alma y consigue su objetivo de concienciar al espectador ante una barbarie milenaria que aún hoy tiene cabida en el mundo. “12 años de esclavitud” es un vistazo terriblemente real de las calamidades que el ser humano puede llegar a infringir contra sí mismo. Dolorosa lección de historia de obligado visionado.
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