Crítica originalmente publicada en Hello Friki. VER
--------------------
--------------------
Después de las insulsas “Blancanieves y la Leyenda del Cazador” y
“Mirror, Mirrow”, blockbusters
venidos de las más bajas y putrefactas profundidades de Hollywood, este 2012 todavía se reservaba el estreno de una tercera
versión del famoso cuento de los Hermanos
Grimm, esta vez producto patrio de la mano de Pablo Berger. La gran diferencia con las primeras reside en el
peculiar planteamiento con el que el director de “Torremolinos 73” trata dicho cuento infantil.
Seis largos años ha tardado Berger en dar a luz a su más exquisita
y cuidada obra de su escasa filmografía dando una lección de cine, originalidad
y gusto por las cosas bien hechas. A fuego lento y sin ningún tipo de presión
externa, su “Blancanieves” se presenta
como un trabajo artesanal tratado con el máximo cariño y que deja al público y
espectador con una de las mejores y (sobre todo) más redondas películas
españolas de los últimos años. No es una obra antológica, las cosas claras,
pero sí una obra sobresaliente.
Y lo es primeramente por ser un homenaje al cine mudo. Si “Blancanieves” se presentara como una
película de principios del siglo pasado, sería algo perfectamente creíble, pues
desde los créditos iniciales hasta el punto final ha sido tratada como tal
evitando cualquier tipo de acercamiento al cine actual. Lo es también por el poderío visual que desprenden cada uno
de los planos. Imágenes de carácter fotográfico, con cuidados encuadres y
excelente iluminación que se acerca no pocas veces al expresionismo. La
posición de la cámara, los primeros planos, las panorámicas y los muchos
contrapicados consiguen el efecto deseado, reforzando los sentimientos de los
personajes y haciendo innecesario cualquier tipo de dialogo explicativo. Toda
la película está bien acompañada
musicalmente, habiendo ciertas piezas que sobresalen por encima de otras; y
con eso es suficiente. Es más, “Blancanieves”
no sería ni la mitad de lo que es si Berger hubiera decidido hacerla hablada.
Dentro de estos aspectos anteriores
es por donde se mueve un elenco de buenos actores que se creen y disfrutan de
sus personajes, aunque de todos ellos es Maribel
Verdú, en su papel de víbora y
villana, la que más destaca logrando una actuación memorable. Es suya la
creación de una madrastra genialmente detestable, a la que se odia y admira a
partes iguales. Su paso por la pantalla eclipsa al resto de personajes y
acapara la atención de todos los ojos, tal como es su ambicioso deseo. Destacable
es también la actuación de la jovencísima Sofía
Oria interpretando a Blancanieves de niña; así como la de Macarena García siendo la protagonista
ya adulta.
Son casualidades del destino que
el estreno de “Blancanieves” haya
coincidido en el tiempo con la aún reciente y también muda “The Artist” de Michel Hazanavicius y quizás, ante incultura de muchos, pueda esto
suponer un lastre para la película de Berger. Siendo ambas puros homenajes al
cine mudo de principios del siglo XX, no hay sino que romper una lanza a favor
de la película española, que en la mayor parte de los aspectos supera a la obra
francesa. “The Artist” fue un
producto puramente comercial con una historia sencilla y plana pero atractiva y
bien hilvanada. El resultado fue un notable producto que aprovechando su
“originalidad” (o más bien su falta), puso patas arriba las taquillas de todo
el mundo (algo comprensible) y se alzó con gran parte de los glamourosos y
actualmente nada creíbles premios Oscars (algo ya no tan comprensible). Solo Cannes resistió y aun resiste al
invasor.
Pero Berger no ofrece simplemente
un homenaje al cine, sino ofrece originalidad. Novedad. Y un producto si cabe
más redondo que su homónima francesa. Uno de los principales “problemas” de “The Artist” es que en todo momento
sabías qué iba a ocurrir. No había espacio a la sorpresa. Es una historia
cientos de veces contada con algún que otro guiño para ganarse al espectador.
Pero te vas a las primeras décadas del siglo pasado y encuentras decenas de
películas semejantes e incluso mejores punto por punto a la citada (“Luces de la Ciudad” o “El Séptimo Cielo” como ejemplos más
sencillos y conocidos). Pero no hay nada parecido a lo que ha hecho Berger:
coger un cuento infantil, desdibujarlo y presentar una historia que el
espectador conoce, sí, pero que a su vez duda en cómo va a desarrollarse. Logra
este último elemento acaparar la atención del espectador durante todo el
metraje evitando caer en el tedio y el
aburrimiento, aspecto en el que “The
Artist”, por su excesivo metraje (excesiva para la historia simple que
narra) y su poca originalidad, caía en más de una ocasión.
Como sea, a pesar de la indudable
calidad de la cinta, es de remarcar el terrible maltrato que ha recibido en su
distribución con apenas 74 copias para toda España. A la semana de su estreno,
se pueden contar con los dedos de una mano las salas que proyectan la película
en la capital del país. Una verdadera lástima para una película que ha sido seleccionada
como representante española para los desacreditados Oscars de Hollywood y que
seguramente, en casa, arrase (y debería arrasar) en los igualmente tristes
premios Goya. Aun quedando meses y estrenos por delante, a día de hoy “Blancanieves” de Pablo Berger, si aun
queda un poco de lógica dentro del séptimo arte, debería alzarse vencedora en la
gran mayoría de las candidaturas (película, director, actriz principal, guión, música,
montaje, fotografía, vestuario, maquillaje...). Lógica que, por desgracia, dejó
de funcionar en la Academia hace ya unos años.
No hay comentarios:
Publicar un comentario